Entre mis propósitos de año nuevo de este año del señor de 2008 figuraba (como entre los de tantas y tantas personas) el de hacer deporte, una actividad diaria que, a ser posible, endureciera mis glúteos y reafirmara mis ya esculturales piernas (:P).
Como cada vez que intento practicar yoga en casa el perro se vuelve loco al verme por los suelos y acude raudo a lamerme la cara preguntándose qué me ocurre para arrastrarme así (y necesito dejar la puerta abierta para escuchar la música que acompaña a las asanas) he desistido de momento. La curiosidad me movió hace unos meses a preguntar en un centro de Pilates recién inaugurado y a escasos metros de casa (ideal de la muerte). Tan de la muerte que casi caigo redonda al escuchar el precio de dos sesiones semanales de una hora cada una: 180 €/mes.
Poco después descubrí que el anillo verde ciclista pasa por mi barrio, con una calzada bien ancha y un carril para peatones. Comencé entonces a utilizar (como la etiqueta me dio a entender) los bastones de marcha nórdica que Audrie me regaló hace tiempo, convirtiéndome así en la friki del anillo verde ciclista y del barrio en general, pues no contenta con llevar los bastones, mallas, forro polar, braga polar y una cinta en el pelo, hacía que mi perro me acompañase en tan solitaria y aburrida actividad. Afortunadamente, varios años trabajando con un uniforme espantoso hicieron que perdiera por completo el sentido del ridículo y hasta me divertía ver las caras de asombro de los vecinos. Utilizaba entonces las únicas zapatillas de deporte que tenía, unas tenis muy viejas, y más de una vez me hice daño en un pie. Abandoné la frikada temporalmente, por unas vacaciones y por el sentimiento de que esas zapatillas no eran las más adecuadas. Garra, que decidió dar una clase de tres horas de marcha nórdica, me lo confirmó. Tras muchas vicisitudes (la principal, encontrar tiempo para ir a decathlon) encontré un chollazo de zapatillas válidas para la marcha, de marca buena y todo que, para mi disgusto, llevan en la suela el nombre del modelo: "transition bride" (qué gracioso, ja ja).
Esta mañana el cielo estaba nublado, pero la temperatura era primaveral. Además, libro, lo que anima a practicar deporte, sin prisas. Mientras desayunaba escuchaba la previsión meteorológica para las próximas horas-días. Otro frente frío se acercaba a la península, ya estaba en Navarra, dejando precipitaciones y con crecidas importantes en los ríos del norte. Bueno, me he dicho, si está en Navarra y son las once de la mañana, me da tiempo a hacer unos kilómetros. Así que, dicho y hecho, me he puesto las mallas, una camiseta de promoción, una cinta multicolor en el pelo, el forro polar, las súper-zapatillas-de-transición, unos guantes del uniforme antiguo (nuevos) y he ensillado al perro, digo, le he puesto la correa. Le he paseado un poco. Mientras él hacía sus cositas, yo iba calentando. La temperatura era suave y empezaba a chispear. Bueno, me he dicho, no importa si me mojo, no hace frío. Me he enfundado los bastones (hay que atárselos a las manos) y he comenzado la marcha, hemos, que el perro también participa.
Llevaríamos medio kilómetro cuando ha empezado a soplar un viento racheado fuerte y helado. Los ojos me lloraban pero podía resistir el frío, ya había entrado en calor y llevaba buen ritmo. Al terminar el primer kilómetro, el viento era tan fuerte y gélido que me ha obligado a dar media vuelta. Los árboles que bordean la calzada aún son escuálidos y están desnudos, sólo adornan el camino. Mientras regresaba a buena marcha, la nube que tenía encima se ha puesto a descargar con todas sus fuerzas. He tenido que apretar el paso y huir hacia casa. A los pocos minutos de llegar, ha salido el sol, ha dejado de llover y, aunque puedo escuchar el viento estoy segura de que la temperatura vuelve a ser primaveral.