Dorita vivía a duras penas con lo que le quedaba de sacar las castañas del fuego, con movidas continuas con su casera y harta de que Totó se meara en la alfombra. Este mes andaba más escasa que nunca y no sabía cómo salir del paso, ya que debía un par de meses y como continuara en esa línea iba que tener que pasar la noche al raso. Pocas castañas hoy, a ver qué hacemos. "-¡Joder Totó, ya te has vuelto a mear en la alfombra! ¡No sabes hasta dónde me tienes, la próxima vez te juro que te mando a la perrera!" Y eso fue lo más suave que le dijo. Y Totó la miraba desde abajo, sin mover siquiera una oreja, nada más que con los ojos cansados de escuchar la chapa que le caía cada dos por tres. "-Y tú te has vuelto una vieja amargada", diría él si pudiera hablar. Sacó una bandeja de champiñones del Carrefour y preparó una tortilla para cenar. La compartió con el perro, que aunque estaba hasta los cojones de él, en el fondo le quería. De repente, empezó a verlo todo de colorines y apareció en un mundo fantástico. Dorita alucinó, se le cayó el cigarrillo de la boca y hasta se le alisaron las arrugas. Vio un camino de baldosas amarillas que parecía no llevar a ningún sitio, y recordó un absurdo programa de televisión en el que un tío seguía una raya blanca sin ninguna razón aparente. Decidió hacer lo mismo, a ver hasta dónde llegaba. Entre tanto no dejaba de repetirse: "-Mejor en cualquier sitio que en casa, mejor en cualquier sitio que en casa…" Y así caminó dirección al maravilloso arcoiris que se veía a lo lejos. Allí conoció a tres extraños personajes: un hombre de hojalata sin corazón, un león cobarde y un espantapájaros descerebrado. Todos querían ir a ver al Mago para conseguir aquello de lo que carecían. Dorita se animó, a ver si con un poco de suerte el Mago le conseguía una vida mejor. El hombre de hojalata le dijo que eso era muy fácil y que para eso no necesitaba ningún mago: "Dejas al chucho en una gasolinera, (total te está amargando la vida) y le pegas dos tiros a tu casera, (total es una hija de puta). Te tiras a tu casero, (total como nunca echa un polvo le puedes sacar lo que quieras), te sale el alquiler gratis y hasta con un poco de suerte hasta sacas pasta por los cuadros esos espantosos que tienes colgados en el salón, (total hace mil años que los pintó tu tía abuela esa de Villavieja de la Pardilla)."
Los demás le miraron sorprendidos, sobre todo el león que no daba crédito. Cómo nadie podía plantear siquiera tal osadía. Lo mejor que él consideró era lo de ir a ver al Mago, cualquier solución que no implicara tomar acción alguna. Al menos en principio. Llegado el momento de estar allí en su frente, siempre se podría salir corriendo.
El espantapájaros no entendía nada, ni siquiera sabía de qué problema estaban hablando. ¿Qué era lo que había que arreglar?
Dorita y sus tres amigos llegaron al final del camino de baldosas amarillas, no como el tipo aquel de la televisión que jamás llegó al final de la raya blanca. Al llegar frente al Mago, los tres personajillos se echaron para atrás. Al fin y al cabo no les iba mal. El hombre de hojalata pensó que quien era un hijoputa lo era y punto. Qué más le daba el resto. Con un corazón iba a empezar a tener problemas de conciencia. Prefería seguir siendo un cabrón sin escrúpulos que vivir con esa carga. El león, sólo de pensar en que iba a tener que hacer frente a sus situaciones se estremecía, llevaba toda su vida dando esquinazo a las circunstancias complicadas. Se le daba bien y encima lo conseguía. ¿Para qué enfrentarse ahora? Enfrentarte a los problemas implica muchas veces tomar soluciones drásticas en las que uno no se quisiera ver envuelto. No tenía ninguna necesidad de pasarlo mal. El espantapájaros seguía flipando, mirando a las florecillas y los pajarillos, que seguía sin entender por qué no se le acercaban. Vivía feliz en su mundo, como no se enteraba de nada, no tenía que preocuparse tampoco de nada. Con un cerebro iba a tener que pensar, y como consecuencia a sufrir. Así que también se dio la media vuelta. Esperaron a Dorita a ver qué decidía, y pensó también que lo mejor era quedarse allí con sus amigos. Así podría hacerle caso a cada uno en el momento que más le conviniera. Además, desde que llegó allí no había vuelto a ver a Totó. Pero justo antes de que pudiera pensar, se abrió la puerta y apareció el Mago. Como nadie quería nada de él se enfadó, montó en cólera y estiró el brazo para alcanzar a alguien, le daba igual. Agarró a Dorita por el cordón de la bata. Como casi se zafa, la enganchó de la redecilla del pelo, haciendo que las pinzas de los rulos se clavasen en su cabeza."-¡Por favor, no quiero nada! ¡Déjame ir! ¡Mejor en cualquier sitio que en mi casa!" Entonces el Mago supo de qué pie cojeaba y con un conjuro la envió en un tornado de vuelta a su mierda de vida. Mientras se alejaba ante el estupor de los otros, intentó despedirse de ellos. "-¡Adiós espantapájaros, a ti te echaré de menos más que a ninguno." Se dio un golpe en la cabeza y se despertó en su sillón. El contestador parpadeaba, seguro que era otra vez la casera. Totó estaba panza arriba sobre la alfombra en medio de un gran charco, con la lengua fuera y una especie de sonrisa. Le miró con ternura, después de todo llevaban media vida juntos. Se levantó, se vistió, le puso la correa al perro y le dijo: "-Anda Totó bonito, vamos al Carrefour a por otra bandeja de champiñones…"