Sí, las luces navideñas de Madrid me han encantado, son elegantes. Atrás quedaron las bombillas que formaban acebos y campanas. Estoy en el Sheranton de Bruselas recobrando mi calor corporal y buscando papel donde escribir.
Recuerdo la decepcionante iluminación de NY, ahora que acabo de llegar de la Grande Place, donde Electrabel ha ejecutado un espectáculo de luz y sonido que lamento no haber compartido con un ser querido. La ya gótica plaza está iluminada cálidamente desde el interior de los edificios, un nacimiento gigante con bichos de verdad casi pasa desapercibido en contraste con la preciosa música que inhunda la plaza. Desde la Maison du Roi se proyectan elegantes imágenes sobre la fachada blanca, los niños bailan entre los mástiles de leds montados sobre cajones que esconden los amplificadores. La luz sigue la percusión, los cascabeles, los pájaros y ranas, las variaciones de violín. Se proyectan ramas, flores, entramados de semillas, y pompas de jabón surgen al pie del gran árbol de Navidad para flotar por todo el espacio.
Tengo frío (mucho) pero no me quiero ir de allí. Somos muchos, sin muchedumbre. Me dirijo a los puestos navideños colindantes, sobre los que flotan ricones iluminados. Son variopintos; la artesanía de cuero y metal se mezclan con el olor a gofre. Licor de guindas, salchichas y vino caliente. Chocolate con cardamomo, canela de Ceylán, pimienta rosa. Azúcar de colores, salchichón de ciervo con higos, faisán con cognac y castañas, lámparas de sal y jabón de manzana. Se me están escarchando las vérebras, creo que he inventado los riñones glacés. Es hora de volver "a casa", seleccionar una foto cutre del móvil y escribir esto.
Griegos, hay muchos, resist la tentacion de decirles algo, que eso terminará ahora y que todo irá a mejor. Desisto de volver a casa (¿cuál es mi "casa"?) por la calle comercial para no ver cerrados todos los hacheemes y zaras, y elijo la calle de las perdiciones permitidas. Una oleada de aromas muy distinto a las cerezas, cognac e higos me asalta; estoy pasando por los kebaps, estos dejan paso a los bingos y luego aparecen los puticlubs, reino de los hombres. Se diferencian los que están de paso de los que trabajan allí como porteros o maleantes porque estos últimos llevan gorro. Yo tenía que haber comprado un gorro en vez de chocolate con cardamomo ¿gorro, guantes o tabaco? que más da, no tengo un chavo. Me llama muchísimo la atención el cambio en los sexshops. Estos han abandonado el reino de los hombres para rendirse al glamour femenino. Plumas, encajes y diseño vanguardista. Todo es limpio, casi aséptico. La lencería grotesca chuchiporno ha dejado paso a la alta costura "burlesque", las puertas opacas con neones a los escaparates sensuales, dignos y bien conjuntados. Del color carne-plastidecor al rosa y negro encaje.
Viva Dita Von Teese. ¡Feliz Navidad!